El intestino, nuestro segundo cerebro
El cerebro es el órgano más complejo y esencial del cuerpo humano puesto que ejerce como centro del sistema nervioso central. Cuando realizamos una acción adrede o un acto involuntario utilizamos las 100 mil millones de neuronas. Estas neuronas del cerebro conducen señales eléctricas que sirven para comunicar y transportar información entre ellas, de tal modo que se ejecute la acción.
El cerebro se comunica a través del nervio vago con diferentes órganos del cuerpo. Éstos reciben múltiples señales , por ejemplo, los latidos de tu corazón se aceleran cuando te encuentras en una situación de estrés. En pocas palabras, gracias a este nervio nuestros órganos reaccionan frente a distintas situaciones para que nosotros podamos afrontarlas.
Pero, ¿y si estas señales no solo van del cerebro hacia las distintas partes del cuerpo? Científicos han averiguado que entre un 80 y un 90% de éstas se envían desde las tripas hasta el cerebro, es decir; a la inversa.
Existen neuronas en el aparato digestivo.
Se ha descubierto también que el aparato digestivo posee la segunda concentración de neuronas más importante de nuestro organismo. Este hecho le ha valido el apodo que le damos en el blog de Ultra Levura, el segundo cerebro.
Pero eso no es todo. Los microorganismos que tenemos en las tripas se encargan de producir el 50% de nuestra dopamina y el 90% de nuestra serotonina. Dos sustancias que afectan considerablemente a nuestro estado de ánimo. Se ha demostrado que un intestino sano tiene una estrecha relación con un adecuado funcionamiento del cerebro. Y se relaciona con una buena salud mental. De hecho es conocido como patologías infecciosas crónicas suelen acarrear trastornos psicológicos. Fundamentalmente de tipo depresivo. El estrés psicológico puede alterar funciones y percepciones gastrointestinales (retortijones antes de un examen de ‘mates’). Mientras que las sensaciones procedentes del aparato digestivo pueden afectar a las emociones y la conducta (la buena comida que pone de buen humor y relaja).
Nuestra dieta afecta a que determinadas bacterias y levaduras prosperen y otras no tengan posibilidad para crecer. Los alimentos ricos en fibra fermentable y antioxidantes. Como las frutas, las verduras o los frutos secos, favorecen el crecimiento y la diversidad de las bacterias beneficiosas. Y potencian la salud del intestino y por ende, de todo el organismo. Del mismo modo, los probióticos constituyen un estupendo aliado para combatir los desequilibrios del ecosistema intestinal. De este modo, mejorando la cantidad de bacterias y levaduras beneficiosas en nuestro intestino podemos convertir nuestro segundo cerebro en una excelente fuente de bienestar.