Algunos de nosotros vemos afectado nuestro tránsito intestinal en momentos de nuestra vida en los que estamos sometidos a un gran estrés, como puede ser la preparación de unas oposiciones, una situación laboral complicada o algún problema familiar importante, por ello, no nos debería extrañar que exista una asociación directa entre el estrés y la aparición de síntomas intestinales, como la diarrea.1 Como veremos a lo largo de este post, esa asociación tiene mucho que ver con el eje de comunicación que se establece entre la microbiota, el intestino y el cerebro.2
La microbiota intestinal y el eje intestino-cerebro
Se conoce como microbiota al conjunto de todos los microorganismos de diferentes especies que conviven con nosotros, y que son imprescindibles para mantener una buena salud general.3,4
La microbiota está formada por una gran diversidad de bacterias, hongos, virus y protozoos que ocupan diferentes partes de nuestro cuerpo, incluyendo el intestino, la cavidad oral, la piel, el tracto respiratorio, los pulmones o la mucosa vaginal.4 Pero, de todas esas localizaciones, la mayor concentración se encuentra en nuestro intestino, conformando la microbiota intestinal.4
Funciones de la microbiota intestinal
Entre otras funciones, la microbiota intestinal se encarga de facilitar la digestión y la asimilación de nutrientes; de proporcionar vitaminas que nuestro cuerpo no puede generar por sí mismo; de modular la respuesta inmune; y de proteger nuestro organismo frente a los patógenos.4 No es de extrañar, por tanto, que las alteraciones en su composición se asocien a la aparición de diferentes problemas de salud.4
El eje intestino-cerebro
Se conoce como eje intestino-cerebro a la comunicación bidireccional que se establece entre la microbiota y el sistema nervioso central.4 Esta comunicación se establece a través de diferentes mecanismos que incluyen: la producción de neurotransmisores por parte de la microbiota, como la serotonina; y la conexión directa del cerebro y la microbiota a través del nervio vago, que conecta el sistema nervioso del intestino (sistema nervioso entérico) con el sistema nervioso central.4
La existencia de este eje de comunicación bidireccional explica por qué los cambios en nuestra salud mental pueden tener un impacto directo en nuestro sistema digestivo, y viceversa.2,3,5
Disbiosis y diarrea
En condiciones normales, los microorganismos que componen la microbiota coexisten manteniendo un equilibrio estable que impide la colonización del tracto intestinal por otros microorganismos patógenos.5 Sin embargo, cuando su composición se ve alterada por algún factor externo, se produce un desequilibrio (disbiosis), que aumenta la probabilidad de sufrir infecciones y de que aparezcan síntomas intestinales, como la diarrea.5
El equilibrio en la composición de la microbiota se puede ver alterado por diferentes causas externas, entre las que se incluyen el tipo de dieta, el uso de antibióticos, el estilo de vida, los patrones de sueño o el estrés.4
Disbiosis asociada al estrés
Aunque los mecanismos fisiopatológicos exactos que conectan el estrés con la aparición de síntomas intestinales, como la diarrea, se desconocen; la evidencia sugiere que, en parte, tienen que ver con los cambios que el estrés crónico puede provocar en la composición de la microbiota (disbiosis) a través de la conexión del eje intestino-cerebro.1-3,6
Manejo de la diarrea asociada al estrés
En base a la relación causa-efecto que ya hemos explicado, para hacer frente a la diarrea inducida o agravada por el estrés se pueden implementar medidas para reducir el nivel de estrés y/o abordar las alteraciones que el estrés provoca en la microbiota.2,3
Intervenciones para reducir el estrés
Teniendo en cuenta el papel del estrés crónico en la aparición de disbiosis, las técnicas de manejo del estrés aparecen como un componente fundamental para favorecer el bienestar intestinal.2 En ese sentido, se ha demostrado que algunas técnicas, como la terapia cognitivo-conductual, el mindfulness y la meditación son capaces de modular la composición de la microbiota.2
Además de las técnicas anteriormente citadas, también se ha demostrado una reducción de los niveles de estrés con la exposición a ambientes exteriores, los paseos al aire libre, el contacto con la naturaleza y la práctica de ejercicio físico.2
Intervenciones para mejorar la alimentación
Las intervenciones sobre el tipo de dieta y la alimentación mejoran la salud de la microbiota y se plantean como una opción eficaz para hacer frente a afecciones relacionadas con el estado de ánimo y la salud mental, como el estrés.2
Los alimentos que favorecen el equilibrio de la microbiota modulan positivamente la comunicación del eje intestino-cerebro y pueden ayudar a reducir el estrés y sus complicaciones asociadas.7 Entre los alimentos que favorecen una buena salud de la microbiota se encuentran los cereales integrales, frutas, verduras, alimentos fermentados y legumbres; y entre los alimentos a evitar destacan los dulces, la comida procesada y las bebidas azucaradas.7
Uso de probióticos
Para reestablecer el equilibrio en la microbiota en un contexto de disbiosis como el que se produce ante un cuadro de estrés crónico se puede recurrir al uso de probióticos específicos, que son microorganismos vivos que se administran, generalmente, por vía oral.8,9 Los probióticos actúan aumentando el número de bacterias beneficiosas en el intestino y evitando la colonización por parte de patógenos infecciosos.9
Gracias a ese mecanismo de acción, el uso de probióticos previene la aparición de la diarrea, y, cuando esta aparece, reduce su duración y la frecuencia de las deposiciones.10,11
Existe una comunicación bidireccional entre el cerebro y la microbiota que explica la asociación entre el estrés y la disbiosis; y la consiguiente aparición de síntomas intestinales.2,4-6 Los probióticos ayudan a hacer frente a los desequilibrios que se producen en la microbiota y previenen la aparición de diarrea.9,11
Referencias
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ES-ZAMB-GASHEP-2500004 03-25